La capacidad humana para transformar la Naturaleza se ha incrementado con rapidez, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. El proceso de industrialización contemporáneo ha acentuado la presión sobre los ecosistemas en algunas regiones de la Tierra hasta superar sus límites de tolerancia.
En primer lugar, se debe tener en cuenta el aumento de la demanda de alimentos y productos elaborados que ha tenido lugar en el siglo XX. La población mundial se ha multiplicado casi por cuatro, pero el consumo de energía se ha multiplicado por quince, y la producción industrial, por treinta.
Al mismo tiempo, ha aumentado la fabricación y el uso de sustancias contaminantes difícilmente controlables. Así ocurre con la contaminación del suelo y del agua, provocada por el uso de abonos químicos, pesticidas y herbicidas en la agricultura, o con la contaminación atmosférica, provocada por el consumo de combustibles fósiles en la industria, los carros y las calefacciones.
Además, algunas actividades conllevan riesgos tecnológicos, como incendios, explosiones, fugas radiactivas, desechos tóxicos, entre otras, las cuales exigen medidas preventivas.